FUKUSHIMA. EL AZOTE HUMANO DEL JAPÓN.

Vivimos en el planeta llamado Tierra. Un hermoso globo azul, que desde el espacio es bello y tremendamente atractivo. La imagen que percibimos es de tranquilidad y de armonía. Nada hace sospechar desde esa distancia que la Tierra está viva desde que se creó y que se mueve, que cambia permanentemente, que existen unas fuerzas colosales que se desatan a veces destructivas y que además el hombre, habitante orgulloso e indolente hace todo lo que puede para dominarla y para hurgar en sus entrañas extrayendo sus útiles elementos que este, con su inteligencia utiliza para hacer su propia vida más agradable.
A medida que nos acercamos a ella, observamos que las nubes que cubren buena parte de su superficie a una cierta altura, a veces se unen en masas enormes y animadas por la diferencia de temperaturas que el Sol crea en diferentes partes de la Tierra se desplazan a veces con una gran velocidad y otras comienzan a girar alocadamente creando corrientes de aire ascendente a velocidades de más de 250 Km/hora, destrozando todo lo que tocan arrasando las construcciones del hombre como si fueran hojas de los árboles. Otras veces el inmenso mar,  azotado por vientos huracanados arremete contra las poblaciones donde el hombre se guarece de la fuerza de la Naturaleza y destroza asimismo sus endebles contrucciones. Otras la Tierra que no está internamente unida como un sólido, desplaza sus poderosas cáscaras que se empujan y suben unas encima de las otras ocasionando unos grandes temblores que derriban las construcciones del hombre, aunque ha habido tribus que se han especializado en construirlas para evitar que estos temblores las derriben. Si estos desplazamientos de masas se producen en el mar, al subir las placas una encima de otra este movimiento desplaza enormes masa de agua del mar hacia arriba las cuales al elevarse sobre su habitual altura se dejan caer y comienzan a desplazarse a endiabladas velocidades de 500 Km/hora en cualquier dirección. Si finalmente llegan a la costa estas masas que aunque se van frenando por la menor profundidad  de las costas, continúan avanzando hacia la tierra y con su energía enorme,  penetran decenas de kilómetros tierra adentro, volviendo a destrozar las construcciones y matando a los hombres. A ahogarlos.

Si además, el agua marina en su alocada carrera destructiva, encuentra sofisticadas y potencialmente peligrosas instalaciones del hombre que este ha construido a las orillas de grandes masas de agua necesarias para su correcto funcionamiento y las cubre, las anega y destruye, ocasiona un azote invisible para el hombre, azote que penetra profundamente en sus células, tan profundamente, que llega a penetrar en el corazón mismo de la célula, primer principio vital humano llegando a lo más vital de la vida, el principio de ella que es el ADN, cambiando sus claves vitales y ocasionando al hombre la muerte prematura al haber modificado el programa que alguien llamado Dios, puso en su obra.

Los azotes con que la Naturaleza han golpeado a Japón estos días, son imposibles de evitar. La Naturaleza es imposible de controlar por el engreído ser humano. Primero los terremotos, luego los tsunamis (palabra japonesa porque a ellos son  a los que más les ha golpeado en la historia) y finalmente la radioactividad,  un nuevo enemigo que tratado con mimo y con medios muy sofisticados amigo del hombre, pero que desatado es como una de las plagas bíblicas que se desplaza ayudada por los vientos sobre los territorios donde este vive y cultiva sus alimentos, llenando todo de mortandad. 

La radioactividad, espectro invisible, ataca silenciosamente y como un hábil hacker, rompe el código genético celosamente bordado en las células desde el principio de los tiempo. Una ver roto y modificado, estas células con un nuevo ADN comienzan a correr su nueva programación, programación maldita, destructiva y mortífera ayudada por la mano del hombre, que en su inteligencia ha creído que podría controlar a la vida misma y modificar la forma en que este Mundo está hecho en su provecho propio.

Este Mundo está hecho con un raciocinio y una precisión que asusta y ayuda a pensar que tiene que existir algo, alguien que haya creado todo esto aunque sea un pensamiento que a muchos repugna y a otros haga reflexionar y pensar, pero lo cierto es que algo tan complejo tan intimamente interrelacionado, tan bello, tan equilibrado, tan poderoso, no puede haberse creado por un azar cósmico y por choques de átomos. Para poder disfrutar de todas estas maravillas sin dolor, es necesario alejarse y sentado en la Luna, mirar a la Tierra y contemplar con deleite lo que ha sido denominado como el planeta zul más bello del Universo. 

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