LA TURBA EN EL CAIRO VIOLA EL DESCANSO DE LOS FARAONES.

Hace ya bastantes años estuve en Egipto. Desde que de pequeño leí y releí un libro que mi padre había comprado sobre la vida de los egipcios y que se titulaba "El Valle de los Reyes" que me fascinó y enganchó; siempre desee visitar aquellos lugares maravillosos llenos de historia y para mí de emoción, enigma y respeto. Ya con 2 hijos crecidos, pude hacer ese añorado viaje en el cual disfruté enormemente en todo mi largo periplo desde El Cairo a Abu Simbel por el Nilo, por avión y por carretera cruzando el desierto oriental y como no visitando por 2 ocasiones el Museo de El Cairo. La emoción que sentí cuando entré en aquel lugar lleno de cantidades enormes de estatuas, estelas, vitrinas, piedras, mezcladas en un abigarrado y heteróclito desorden fue tan indescriptible, como cuando llegué a Gizet y vi desde el autobús la punta de la pirámide escalonada de Zoser. Aquellos lugares que tanto había leído e imaginado a través de aquel maravilloso libro, estaban allí al alcance de mi vista y lo mismo ocurrió en el Museo cuando vi a mi admirada máscara mortuoria de Tutankamon que mi otro ídolo Howard Carter había descubierto en el horno admirable del Valle de los Reyes y luego cuando cuando con gran respeto y emoción,  estuve al lado de uno de los hombres más poderosos de la historia: el faraón Ramses II,  quien allí tumbado, cubierto con un blanco sudario, me miraba hierático con su aguileña nariz, inspirando aún poderío y estaba alli, desafiante a la muerte viviendo en el silencio de aquella sala en el corazón del Museo. Miles de años me estaban contemplando y alrededor de mí, otro gran número de faraones famosos estaban allí dentro de aquellas urnas, tan frágiles y tan cercanos, y al mismo tiempo tan lejanos...Me sentí muy impresionado ante tanto hombre poderoso y teniendo miles de años de historia a mi lado.

El otro día con motivo de las revueltas que están amenazando la estabilidad de Egipto, en el Cairo, una bandada de descerebrados y de incultos, entró en el Museo, y destrozó momias, papiros y algunas pequeñas estatuas. Es alarmante que sin estar en guerra algo así ocurra y que la protección no exista. Lo que me ha decidido a escribir este artículo, es la imagen de Zahi Hawass, responsable de antiguedades de Egipto. Si, ese egipcio con sombrero tejano que aparece en todos los reportajes de los faraones, y al que vi sentado en la puerta del Museo después del intento de saqueo en una silla de plástico de esas de terraza de bar de costa, y que detrás de una fila de soldados custodiaba con su cuerpo dicha entrada. Él estaba poseso, y no es para menos cuando han destruido varias momias, vitrinas, y estatuas de Tutankamon aunque los tesoros de oro que buscaban (el de Tut-Ank-Amon), estaban a buen recaudo. Al no saber el valor de una estatua de Tutankamon que tiene de un valor incalculable, la tiraron al suelo rompiéndola. Ellos querían oro y joyas, piedras preciosas. Como me gusta esta frase:  "La falta de cultura preserva a veces la cultura". La he leído hoy en El País, y me parece que recoge lo que es una cosa y la otra. Su incultura les impidió robar aquellas pieza de valor inmenso. Como aquellos ladrones de Madrid que robaron el camión lleno de obras de arte y al ser unos incultos, llevaron incluso una obra de Chillida a vender a peso a una chatarrrería por 35 euros... 

Es una lástima que aquellos que aprovechando la confusión de una revolución, se dediquen al saqueo de un museo, como ya lo hicieron en Bagdag, buscando no un cambio de gobierno, sino un cambio de sus vidas a través del expolio de objetos de arte y cultura, y además, sin haber tenido el más mínimo respeto a aquellas momias que tanto representan en la historia de la humanidad.

Cuando sacaron las momias del Valle de los Reyes (aquellas que una familia había encontrado y guardaba como botín en una cueva cerca del pueblo de Qurna), para llevarlas al Museo de El Cairo, a esa sala:  la gente de la zona esperaba silenciosa en las orillas del Nilo y al paso de las barcazas que llevaban las momias, gritaban y plañían al paso de sus Reyes, en señal de respeto. Respeto que no han tenido ni tendrán los incultos y ambiciosos de dinero fácil resultado del robo y de la rapiña.

Los faraones han sido despertados de su eterno sueño y espero que vuelvan pronto a el, para que pueden descansar eternamente.  

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