¡QUÉ DESDICHA!

I
Presiento que la vida me abandona,
tras larga y dolorosa penitencia:
Morir sin que tus labios dulcifiquen
los míos embriagados con su néctar;
Morir sin que tus ojos me dirijan
su última mirada de ternura;
Morir sin que tus manos y las mías
se anuden en postrera despedida.


II
¡Qué desdicha!, morir, sin que tus labios,
un te quiero pronuncien con ternura
y que tus ojos, ciegos, no respondan,
a la mirada que los mios solicitan.
¡Qué desdicha!, morir, sin que tus manos
de caricias se enreden con las mías.


Autor: Javier García Diez

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